Detrás de las noticias también había un matrimonio que compartía un deseo, que fue proyecto, luego realidad y que su día a día fue la energía puesta en cumplirlo…hoy sé que esos árboles de naranjas y duraznos, los rosales, el palomar y la tierra con corazón de San Pedro los trasciende.  Desde 1979 Mónica y Cesar (no hacen falta apellidos) son noticia, también, por el hacer en La Campiña.

La propuesta empieza cuando la autopista deja sus luces para ser dos carriles de ruta con camiones de compañía.  Lo suficientemente lejos como para sentirse a solas con una misma, pero lo suficientemente cerca como para que en menos de 2hs. te sientas un poco en viaje.

A La Campiña se accede fácilmente andando por la Ruta 9 hasta el Km.153 donde avisa salida Río Tala y una vez en el predio los autos gozan de la sombra mientras nos esperan pasar el día. 

Hay visitas guiadas con horarios fijos, despensa para llevarse un poco del deleite de La Campiña a casa (frutas, vinagres, alfajores y demás), vivero para conocer más y más variedades de rosas y otras virtudes que se dan en este suelo, el palomar con su actividad, juegos para chicos, el restaurante y toda la infinita acogedora arboleda para caminarla sin tiempo.

Mi especialidad: la reseña del restaurante, dirá que la relación precio, calidad, cantidad es óptima.  Ofrecen menú de parrilla libre (achuras y cortes de carne) o menú a la carta (variedad de platos a elección, desde pastas con sus salsas hasta platos de carnes elaboradas con guarniciones a elección) en ambas opciones incluye 1 empanada y 1 postre a elección (bebidas no incluidas, precios acomodados también en los vinos) la atención del personal del restaurante es esmeradísima, merecedora de una distinción aparte. Todas las frutas y verduras que se ofrecen en el restaurante son orgánicas de la propia huerta.

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La Campiña tiene esencia, alma, historia…trasciende la reciente partida de Cesar que seguro siempre haya sido también deseo eso, quedar ahí, en lo tangible y en lo intangible, en esos árboles que cada día ofrecen flor y después fruto, en los amaneceres y atardeceres allá atrás de esos árboles donde quedamos inmutados escuchando el silencio, ese hermoso ruido que se da es preludio y desenlace de un día en La Campiña.

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