Me gusta escribir más que cocinar.  Y quizá me pase toda la vida cuestionándome si fue un consuelo o un acto de resiliencia.

Yo cocinaba bastante y eso tiene mucho de esfuerzo físico, estar parada, cargar peso, hacer fuerza contra la mesada…muchas cosas que no nos damos cuenta pero que hacemos.  Hace casi diez años, una circunstancia (digámosle mejor así, que queda más elegante y enigmático y no tan violento y triste como lo fué) me alejó de la cocina en sí, del estar al lado de las hornallas por horas y cuando asumí que habría cosas que no iban a volver a pasarme, el escribir me salvó.

Como con casi todo, algo de haber previo traía…así que si lo quería hacer bien y hasta tener mi estilo, mejor sería aprender.  Hice talleres literarios, cursos de guión, de periodismo y cultura gastronómica y la carrera de crítica gastronómica.

Definitivamente lo que no iba a poder hacer desde adentro de la cocina, lo iba a hacer sentada a la mesa.  Aquello que había empezado como un cuestionamiento propio, se convirtió en mi pasión.  Me llevó a lugares física y emocionalmente lejanos y cercanos donde más que nunca estaba refundando BárbaraTotal.  Con el tiempo dejé de decir “mis pasares y pensares” que no eran más que historias que me tiraban abajo, para decir “recetas y mesas para ser contadas”

Mi estilo habla y escribe de la parte que merece tiempo, ganas y solo trae cosas buenas que tengan que ser multiplicadas.  No hago críticas negativas…no vas a leer historias que traigan enojos.  Como dice el dicho “si comió bien dígalo afuera y si comió mal dígalo adentro” esa es también mi premisa “sostengo con el pecho lo que digo con el pico”

En tiempos de pre pandemia, solía ir mínimo tres veces al lugar del que después iba a hacer la reseña, el último tiempo la industria gastronómica está comenzando a adaptarse con los protocolos y en eso estamos quienes hacemos el trabajo de la comunicación, también adaptaremos nuestras miradas para difundir.

Parte de mi credibilidad tiene que ver con que no quiero ser una influencia, sino más bien una referencia, eso es lo mismo que a mí me sucede cuando leo a otro que hace comentarios gastronómicos.  No hago marketing, ni publicidades, tampoco como gratis.  Sí genero contenido para difundir un producto, sí reseño un restaurante donde mi palabra tiene más valor que el vino más caro que hayan servido, sí apelo a compartir lo nuevo que siempre necesite amigos.

La palabra “crítica” tiene mala prensa, se la considera negativa antes que nada, pero no es más que el criterio de quien reseña, la acción de elegir o no considerarla es del lector.

Con formación e información es mucho más fácil sostener una opinión, un gusto, una elección eso ya es algo personal de cada uno, que no tiene que volver a reclamarle al crítico por sobre su opinión.

Trabajo todos los días del año, todos.  Porque amo tanto hacerlo que no lo siento como un trabajo.  A veces me dio más o mejores réditos económicos, pero es que yo ya sabía lo que era perder y no tenerlo, tenerlo y gastarlo en salud, que la parte económica dejó de importarme como gozo al hacerlo, para validarlo como sostenimiento y en eso estoy con la TIENDA recién estrenada hace meses.

Las historias desde adentro de la cocina y sentada a la mesa incluyen la desnutrición, la obesidad, la bulimia, la anorexia, el exceso de comida en fotos, televisión, radios, libros y al mismo tiempo se cocina menos.

La cocina en sí es un tema de conversación, o nos atraviesa por lo que nos gusta o por lo que no.

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