Fue en esta confitería. Con las mesas dispuestas en una U y todas las chicas (solteras ilusionadas y casadas, aún también) que le hicieron la despedida de soltera a Inés.
Para las chicas de la década del 40 que vivían en Colegiales (como ella, sus hermanas, primas y las recientes cuñadas) Belgrano era toda una sensación de ascenso social, así las cosas y como me las contaron a mí, no importaba si el termómetro marcaba más de 30°, igual se iban a vestir con sombrero y guantes las que los tuvieran en su haber, guardado en el armario, esperando aquella oportunidad…porque placard, solo tenían las que vivían en Belgrano y no las que iban y venían deseando pertenecer.
Tomaron té en tazas coquetas, comieron masitas “finas”, fosforitos con jamón y queso, sandwichs de miga como ejemplo de lo más exótico que reconocerían en esos platos esa tarde y jugaron a “los sobrecitos” para que al finalizar y sin que se vaya el sol, todas vuelvan a sus casas, a su barrio ahora sí a esperar el día del casamiento, otra oportunidad de abrir el armario, aunque esta vez quienes nos vieran sean los de nuestra familia y a menos que la familia nueva (ya sea del esposo o esposa nueva) sea realmente “nueva” habría oportunidad de mostrar, sino, como era más habitual serían familias vecinas, o de las mismas conocidas inmigrantes que ya se conocían y no habría nada nuevo por mostrar.
Jugar a “Los Sobrecitos” era la demostración de ilusión más hermosa que alguna vez escuché: las casadas se ocupaban de juntar tantos sobres, papeles y lapiceras por invitada y cada una debía expresar sus mejores deseos a la soltera homenajeada ese día, los leía en voz alta y el último sobre en abrir era el que había escrito la homenajeada, pero ella lo hacía solo para una de las invitadas, quizá como quien le pasa el mando a la otra, leí en voz alta “QUE LA PRÓXIMA SEAS VOS” como quien pasa el mando y no vaya a ser cosa que después todasssss en la fiesta, ayudaran a que el ramo de la novia le caiga justo a esta misma…y ahí doble presagio, si el novio no se daba por aludido, se ventilaba que en el juego de los sobrecitos también había sido suertuda, sin aclarar que no había sido casual tampoco.
La Inés de esta historia fue mi Nonna (a quien casi nadie conoció por mi boca como Inés sino como Nonna como si fuera un nombre propio) y lejos de llevarse con ella todas sus historias me las contó (casi todas) en los años que compartimos, muchas como esta, han sido de hermosa inspiración para mí y las pude recrear desde esta publicación que me encanta hacer.
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En este enero del 2022 pasé por la confitería Ritz varias veces y me senté en sus mesas, pasaron muchos años desde aquel verano del ‘49, ahora hay aire acondicionado, la vajilla es simple, pero las cosas ricas y de tamaños generosos ideales para compartir (los precios son acordes a la cantidad y calidad de lo que ofrecen) como en aquella despedida de solteras en la que se compartían deseos e ilusiones mientras se seguían escribiendo historias…
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