¿los fierritos? Son los parantes del paraguas, de los de antes, los de ahora son muy blanditos y no sirven. Así me lo contó la famosa Coty quien está allí sentada a la mesa, haciendo fucciles al fierrito hace tantos años, toda una, toda su vida. También me contó que se lo enseñó su suegra. Hablé varias veces durante la noche, dejé en varias oportunidades mi mesa, pues cuando la vi y en general cuando veía que alguien se sentaba a hacer los fideos al fierritos, no solo la gente se detiene en la ventana desde afuera sino los mismos de adentro que están comiendo, dejan por un momento lo que están haciendo y se acercan.
Forma parte de ir a comer a la cantina Don Chicho, ver en vivo y en directo la historia pura de los fideos. Y merece los constantes aplauso y abrazos de reconocimiento que le hacen saber.
Estamos en un lugar que no tiene ni lo pintoresco de cualquier bodegón ni los fetiches de cantina. El aspecto de lo más sencillo (mesas y sillas de plástico, vajilla de hogar, ambientación ni cuidada ni prolija…no mire más, sólo coma!)
Ofrece muchos platos ricos y bien hechos, con porciones justas (no son para compartir) con precios bajísimos y más que accesibles. La atención es lo que se precisa para comer. Y con todo eso: abre 20:30hs y ya somos varios esperando en la puerta, después ni decir la cola, el tumulto que se forma desde la calle y adentro (el frío apura) sugiero reservar…
Aunque ví pasar delante de mí platos variados, toda mi tensión estuvo pendiente de los fucciles al fierrito (con salsa scarparo: tremendamente buena!)
Y es que me habías hablado tanto! Es que las personas nos conocemos (o por lo menos para mí) también cuando nos contamos qué y cómo lo comemos. Mi partenaire de esta noche pasó su infancia, adolescencia, juventud…y ahora adultez: mayor, volviendo siempre a esta esquina de Zarraga y Plaza (en Villa Ortuzar)
Uno vuelve. Yo creo que las personas volvemos a nuestro pasado aunque ya no nos reconozca y aunque nosotros no seamos los mismos. Y volvemos a encontrarnos con eso que nos sirven. En estos platos estaban todas las historias y las de la gente nueva que también quiere ir a verse en un invierno, atreviéndose a esos fucciles al fierrito (que no era más que parantes de paraguas!)
Algunas veces ya conté que a muchas cosas les tengo miedo, a los abismos y las alturas, a no poder asegurar el futuro, a encontrarme con personas del pasado que por algo se quedaron allí y no siguieron compartiendo mesa, me da miedo que vuelvan a arruinarme el momento, a vivenciar situaciones que el pasado me dejó…pero nunca tengo miedo de cocinar y de comer. No me da miedo sentarme a comer tu receta del pasado. No tengo miedo si va a pasar una cucaracha cerca y de hecho la estoy esperando…
No sería más que mi propia versión de La Metamorfosis de Kafka. Una horas después y atravesando barrios porteños, dejamos atrás el encuentro con su propia historia para bajar al sótano de la glamorosa Florería Atlántico. Y listos para hacer nuestra propia metamorfosis nos pudimos dar al chin-chin.
Algo así como de nadar un plato de anécdotas a salir flote justamente bajo tierra.
Hasta la próxima! Los saluda BárbaraTotal
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