el libro

En mi agenda dice que mañana tengo que llamar a la editora.  Que le avise que ya lo terminé.  Que empecemos a conversar del diseño, de la tapa, de las cuestiones de publicación, de todo lo otro que no tiene que ver con la cocina.  Porque en este mundo, en el que yo me zambullo fuerte, salpicando a los/las Lectores como si fuera a contagiar con lo que escribo, porque sí…cocino para escribir y es el tiempo que lo vengo haciendo el que me avisó que publicarlo en papel, llevarlo a tu mesita de luz, a tu mochila para leer en la sala de espera, a tu mesita en el bar de siempre estaba siendo el sentido de todo lo que escribo.

La metáfora de los chinchulines para este momento sería la descripción literal de que escribí desde las tripas, que aquello que podría ser desecho es delicia: bien curado, bien tratado, bien hecho. 

Los últimos días leí tantas veces lo que escribí para el libro que estoy confundida y mareada, por momentos arrepentida y por otros tirada a la parrilla a quemarme con tal de salir de la ansiedad provocada que da el trabajo listo.

Siempre supe, va no sé si siempre, pero creo que desde aprendí a leer y escribir, que iba a escribir un libro (o dos, o más…) y hoy leer en la agenda que mañana tengo que hacer esa llamada, me hace sentir un deja vú: hoy soy una mujer de cuatro décadas y hago mismo que una nena de siete años leer y escribir.  Si en algún momento le saqué la espontaneidad, la ilusión, el deseo y le metí presión, exigencia y miedo…fue porque me olvidé de avisarle a esa nena que sin importar cuánto iba a tardar, más tarde o más temprano lo iba a publicar.

¿Qué si estoy llorando? No, se me metió el sentido de mi vida en el ojo…

Ya no más “alguna vez voy a escribir un libro”

Mañana llamar a la editora.  Asunto: publicar.

Bárbara

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#libro

#recetasparasercontadas

#chinchulines

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*los chinchulines de la foto estuvieron en una fuente con mucho jugo limón toda una noche (y más también) cubiertos con papel antiadherente para que ningún otro aromo los invada ni invadan el resto de lo que hay en la heladera, los corté en rueditas y abroché con un escarbadientes.  Cocidos en la parrilla con carbón, les puedo asegurar, que aún variando el gusto de cada uno, la maceración que hice con el jugo de limón hizo que no quedaran secos, sosos, hizo que realzaran el sabor de la achura (solo puse sal una vez cocidos en el plato)

Y sí, soy capaz de almorzar solo chinchulines…

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Compartí tus sugerencias para cocinar chinchulines u otras achuras.

Contame que hacías en tu infancia y se convirtió en el sentido de tu vida y tu trabajo.

Me encanta leer historias, me encanta contar historias.

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