Si creés, si me das la derecha y confiás en la presencia de los espíritus, sin irte por caminos que sobrevuelen conceptos esnobistas, entenderás que puedo conectarme con el mas allá…sí y sólo sí estoy conectada con el más acá.
Hace unos años leí Valentín, el inmigrante. Escrito por uno de los hijos de Valentín Bianchi (Alcides) Me lo recomendó, el hoy, lamentablemente fallecido Raymundo Ferraris (sommelier y profesor) cuando uní dos caminos (escribir y cocinar) Fue el primer libro de un largo listado que fui comprando y leyendo mientras estudiaba, había unido mis dos grandes pasiones: leer y cocinar.
El libro narra la vida de Don Valentín Bianchi desde que llegó de Italia a Mendoza y todo el camino recorrido (cuando digo todo, no creo que nadie imagine lo que incluye todo…por eso más de una vez en nuestro grupo lo sugerí como material de lectura complementario/ obligatorio si querés aprender más de geografía, historia, economía, biología…y cultura general)
El Nino de la historia, reseña también, el nacimiento de todos los hijos de Valentín, entre ellos el de Enzo, quien en 1965 lanza el Don Valentín Lacrado que nos reúne en esta semana de los bodegones…
Yo creo que las historias que vuelven al pasado, que te llevan a un lugar donde ya estuviste y esas que no sabés si lo soñaste o ya lo habías vivido es porque hay una pulsión tan pero tan fuerte de esas personas que pasaron por este mundo que vuelven en otra forma, en otra dimensión y en otra presencia. No le tengo ni un pelo de miedo a los muertos, sino a los vivos.
Y a cuantas teorías de que la historia se vuelve a repetir, no me la creo la de las modas, sino la de que volvemos a elegir aquellos lugares, situaciones, olores, ruidos y movimientos, casi como si fueran coreográficos… donde fuimos felices.
Porque quién vuelve a un bodegón, también vuelve a encontrarse a esos mozos, que ya no existen, porque como muchas cosas fue transformándose en personas que llevan y traen y platos y en el mejor de los casos los que hablan con tanto tecnicismo y dan distancia haciendo del oficio algo frío que no lo debería tener…un buen mozo no sé porqué pero regula su acercamiento, sugerencia y andar…no lo estudió en ninguna escuela de hotelería y gastronomía, fueron los años y no dudo que tenga en parte algo del espíritu del mozo añejo que estuvo antes de él…que herede la esencia de quizá el padre de quién hoy es el dueño de este mismo lugar que no cambia las recetas, que va con la fija, porque como con los caballos, fija que gana: fija que sigue (o equipo que se gana no se toca…o de lo que se hereda no se reniega…)
En la comida de bodegones me encuentro con la mezcolanza entre la comida de los inmigrantes y los aciertos (hoy en día puedo decir relevancia gastronómica) de la cocina de los porteños (con sus modos, sus sifones, sus platos abundantes, su exageración, la servilleta como babero, los escarbadientes, el saludar de lejos haciendo un leve movimiento con la nuca y la cabeza al adicionista y darle la mano con fuerza al mozo)
No sé cuánto de Palermo, Barrio Norte o Recoleta tiene la esquina de Ecuador y Arenales, pero todos mis caminos me llevaban al Norte. Yo sé que los nombres pitucones, algunas familias de alcurnia que están en la zona y otros autos con chofer que veo esperar en la vereda vuelven en busca de el espíritu a esta esquina que no toma reservas, que acepta tarjeta de crédito y que sabe de la fidelidad del cliente aunque el barrio tenga algo de nariz respingada.
Acá sobrevuela el espíritu de la historia bien comida. Nada explicaría comer cocktail de camarones que podrá parecer prehistórico, pero que me lleva a todos los casamientos que tuve en la década del 80’, en un recuerdo de aroma a vacaciones en Mar del Plata y como si fuera una entrada típica porteña…
Para comer la cazuela de mariscos que elegí hay que tener espíritu, porque limpio la fuente con pan, porque no es un guiso, porque no tiene más receta que lo que el cocinero sabe y cada uno de los condimentos que le puso, las diferentes cocciones, para luego aunar todo.
Te imaginás si en un lugar así un plato vuelve a medio comer…el bachero sabrá que hubo alguien sentado que no le corría sangre por las venas, sabrá que hubo alguien que no pudo ponerle espíritu para encontrarse con semejante presencia…dejalos…comen mirando el celular: yo como mientras me río con los mozos.
Porque sentarse a comer, es como una ceremonia en sí. Vas a mirar el semblante del otro que enfrente tuyo también se regocija…y vas a dimensionar que no todo lo real es lo único que existe, sino no tendría explicación tremenda ceremonia por el solo hecho de comer.
Estoy acostumbrada a comer sola, por trabajo, por placer y por decisión. Pero preguntame si alguna vez me sentí sola…es que mientras haya algo más que lo concreto, mientras haya espíritu, voy a estar rodeada de las historias que la cocina y sus personajes fueron haciendo antes de mí y conmigo. Como la botellita de regalo que te dan, no pienso en tomármela sola, ya sé en el destino de quién va a estar.
No te puedo negar que alguna vez me asusté, si una casualidad estuvo sentada a mi mesa, si un plato por error me hizo encontrar con alguien. Que este vino me recuerda leyendo el último capítulo llorando en el subte. Es que empecé esta reseña confiándote si creías en el más allá y que yo para poder vivir el más acá me confiaba a ciertos espíritus para… racionalmente justificar demasiada mística. #YoTambienSoyBarbaraTotal Restaurante Norte (Arenales 2600 esq. Ecuador) CABA
En el relato reseñé bastantes cosas generales del lugar, igualmente los precios son muy buenos (la relación calidad-cantidad-precio es optima)