Hoy termino este viernes de otoño, de este lado del mundo, con una media sonrisa.
Como quien festeja el vaso medio lleno.
Así estamos en Argentina los gastronómicos en esta segunda semana de cuarentena…sabiendo que esto también pasará, trabajando en red, viendo cómo y cuándo saldremos de esta pandemia y mientras todo lo posible e imposible que podemos seguir haciendo sea cerca de una computadora, le sacaremos provecho. Como estamos acostumbrados a cocinar delicias con sobras, a honrar ingredientes y recetas que a veces el negocio nos tira atrás y a sacar nuestra mejor sonrisa en esas noches de viernes de principio de mes que, con suerte está completo el salón y algo sale mal, tan mal que el comensal está a punto de levantarse e irse, cuando nosotros aparecemos y mientras con una mano levantamos el plato para llevarlo y hacerlo desaparece, esbozamos nuestra media sonrisa que alimenta empatía, da calma y propone oportunidad. Porque las peores cosas nunca pasan cuando el salón está vacío…
Ante el problema siempre se propone, se piensa, se arriesga una solución. Pero esta vez el problema no era mío, sino del mundo. Y mientras desde mi lugar intenté sumar opciones y sentido común en un mundo que el hambre (silenciosamente) también mata, el buen uso de las redes hizo lo suyo.
La posibilidad de hacer un curso on line sin costo sobre temas en los que estoy siempre aprendiendo. Era la posibilidad de aunar tantas de las posibilidades que a veces no se tienen (económicas, tiempo, distancia por citar algunas) y con un mundo parado sin acción y con exigencia de aislamiento, nada mejor que aprovecharlo.
En cada módulo, sobre cada tema que se impartía, viajaba mi memoria también hacia cada una de esas cocinas, de las cuales, en muchas había estado, aprovechaba esa experiencia previa y mi memoria traía el aroma, el sabor, el ruido de esas cacerolas, de los tenedores, cuchillos y cucharas en cada uno de esos platos. Y si yo no tenía esa memoria, el curso se las ingeniaba para tirarme en shock de la realidad virtual que estaba sucediente en el mundo, afuera de esta computadora y animaba la imaginación como otras.
Fue una experiencia sumamente excepcional, porque nunca había hecho un curso on line…y estaba tan desanimada…que nada mejor que en tiempos de encierro una experiencia que me abriera la cabeza en un viaje por lugares andados pero ahora completado con teoría.
El método ha sido muy valorado por mí (incluye videos, recomendación de páginas especializadas en temas puntuales para su profundización, bibliografía confiable para sumar conocimientos) y sobre todo dinámico para aprender (delante de una pantalla, en días de loop constante entre living, cocina, dormitorio, baño y sacar la basura a la calle en tiempos records de cualquier maratonista en una olimpiada) siendo adultos con preocupaciones y ocupaciones.
Puse mi despertador cada mañana como si tuviera que ir hasta mis obligaciones diarias a las 7:30am, después del desayuno sin apuro, a diferencia de un día común, me disponía a leer una unidad, que literalmente me abría la ventana al mundo de las cocinas por las que ya había estado. La tarde la dispuse a cocinar, andar por las recomendaciones y hacerme historias con lo que podría venir al día siguiente. Cada vez que se terminaba una unidad tenía que hacer el test, después de esos minutos de ansiedad, llegaba el aviso: superaste más del 70%. Eso y todo era para mí, no pensar en la realidad de lo que pasa afuera del mundo virtual.
Siempre gracias a Gastroactitud por haber ofrecido esta oportunidad en un momento de crisis para el mundo, donde todos estamos igual de suspendidos en un limbo entre el pasado no previsto, un presente de terror y un futuro difícil de ilusionar.
Recordaré esta cuarentena como la primera vez que hice un curso de manera virtual y fue mucho más que ese simple click.