Cuando iba al colegio no dudaba en ratearme. Esos años que para muchos son “lo mejor” de la vida…para mí fueron nefastos. Sólo esperaba el sábado porque iba a los scouts y entonces sí tenía sentido tener 13 años. Vivía cerca del río y no existía lo que después se llamó “Paseo de la Costa”, existía el “ir atrás de Av. Del Libertador” así que tanto si me rateaba sola o con alguien/algunos más, ir allí era la fija. No importaba el frío, no importaba nada. Sabía que sólo tenía que pasar esa mañana y listo. No tenía ni celu ni computadora. Alfajores, latitas de Coca-Cola, Yapa: golosinas varias como catering infaltable. Volvía a mi casa y por la cara de mi madre me iba a dar cuenta si se había enterado o no. A la tarde me iba a la casa de alguna compañera y me decía bien qué habían visto en las materias de ese día y así no perdía el hilo.
Tres décadas después, me doy cuenta que a los adultos a veces nos viene bien ratearnos. Y también a veces te querés ver con alguien y no queres cruzarte ni de casualidad con nadie…porque menos que menos queres decir quién y/o porqué un día hábil en ese horario estás ahí…también dicho, como antes…”lugares para ir de trampa” Sólo que con la proliferación de celulares y computadoras en cualquier lado, se complejiza más hacerse la rata sola y/o con compañía. Pero es que es necesario huir de la realidad muchas veces, apagar el celular y hacerle trampa al “deber Ser”.
Volver y excusarse de no haber leído, no haber respondido, “no estar en tema” es practicar con los demás de que taaaaannnnnn indispensable no soy y recurrir a la creatividad respondiendo a diferentes personas diferentes motivos por los cuales ese día mi agenda estuvo detenida, en un impasse. Es que no sólo es para el afuera, sino también a una misma le viene mejor subirse el precio, bajándose la vara para el afuera.
A mi edad y con este frío no me da el piné para hacerme la rata en el río. Así que agudizando la escucha me pasaron el dato de una cafetería entre arboleda en la plaza Sicilia “Selene café” está al lado del Jardín Japonés, pero si no fuera por el cartel luminoso, seguiría pensando que es la casa del cuidador del parque (una de las tantas como supo haber también en la Gral. Paz cuando no era una cinta plena de cemento)(Hay una sucursal en Palermo, pero no la consideré apta como destino para ratearme ni para ir “de trampa”)
Como tal edificación es pequeña (en días de semana no hay problema, los mozos me dijeron que los fines de semana se llena y es por orden de llegada) tiene mesas en las galerías con sistema de climatización (pero…no sé cuánto se sentirá) adentro en lo que sería el hall de distribución hay una mesa enorme para compartir y desde allí hay cuatro aberturas a lugares más bien pequeños donde quedas medio amuchado pero…los días de semana no tanto…